EL PAPEL DEL EJÉRCITO EN EL SIGLO XIX


El papel del ejército en el siglo XIX

El año 1808 fue un momento decisivo en la historia de España, no sólo a causa de la invasión napoleónica, sino ante todo por el colapso interno de la monarquía española que quedó dividida entre el rey y su heredero
Estas divisiones y la lucha entre ideas e intereses diferentes provocaron media docena de guerras civiles y el mismo número de constituciones y formas de gobierno. En última instancia, esas divisiones sólo podían ser conciliadas por la fuerza. De esta situación nació un nuevo árbitro de los asuntos del país: el ejército. Se convirtió en un factor fundamental de la política, no tanto porque los militares fuesen ambiciosos o voraces, sino porque la sociedad política española se había quebrado.
El siglo XIX es el de los pronunciamientos y alzamientos militares. La importancia primordial del ejército en la vida pública fue debida al hecho de que era una fuerza armada capaz, al menos transitoriamente, de sostener o de reprimir a otros grupos.
Las características militares de la guerra de la independencia influyeron decisivamente en la formación del ejército español del siglo XIX.
El pueblo al tomar las armas nombró a sus generales, aboliendo el derecho de mando que ostentaba la nobleza. Los oficiales salieron de las clases más bajas, puesto que son quienes lucharon contra el invasor. Las altas graduaciones siguieron en manos de los nobles, pero en la siguiente generación, los jefes militares españoles provenían de las clases medias
Por ello observamos que durante este período la influencia de los militares es incuestionable ya que, a través, de los pronunciamientos decidirán quien ocupa el poder. Es por ello que queremos realizar un breve repaso de estos.
Con la llegada de Fernando VII, se volverá a instaurar el absolutismo, pero durante este período diversas partidas militares intentarán la vuelta al liberalismo, aunque no lo conseguirán hasta 1820, cuando el coronel Riego, proclame la instauración de la Constitución de Cádiz dando paso al “Trienio Liberal”.  Pero la llegada al poder de los liberales, solo duró tres años debido a la oposición de amplios sectores de la población y a Fernando VII, que buscó la ayuda de la Santa Alianza que intervino militarmente en España con los “Cien Mil Hijos de San Luis”, que pusieron fin al periodo liberal, dando paso a la Década Ominosa en la que militares liberales tuvieron que exiliarse para evitar la muerte.
Durante el reinado de Fernando VII se producirá la independencia de los territorios americanos. La intransigencia del monarca ante las peticiones de los criollos alimentó el deseo de independencia. A pesar de no contar con un ejército eficiente, Fernando envió a 100.000 hombres para pacificar la zona. Sin embargo, la derrota de Ayacucho puso fin al imperio colonial español, solo Cuba, Puerto Rico y Filipinas permanecieron como posesiones españolas hasta 1898.
En 1833 muere Fernando VII y en su testamento deja como heredera a su hija Isabel II, y Regente a su esposa Mª Cristina, ese mismo día se inicia la 1ª guerra carlista en la que estos últimos, defienden la legitimidad de don Carlos y la opción absolutista, mientras que los isabelinos defenderán la implantación del sistema liberal. Esta guerra durara seis largos años y en ella destacarán importantes militares como es el caso del general Espartero.
La lentitud de las reformas bajo la Regencia de Mª Cristina provoca el descontento de los liberales progresistas. La presión política del Ejército, en la persona del general Espartero, a favor del progresismo provoca la dimisión de la Regente y el inicio de la regencia de Espartero en 1840.
La Regencia de Espartero acabará por el descontento de los industriales vascos y catalanes ante las medidas librecambistas. Un golpe militar dirigido por los generales moderados Narváez y O’Donnell acabaran con la regencia y darán paso a la Década Moderada, en la que se inicia un período en el que los moderados impondrán un modelo de sociedad conservador cuyos ideales quedaran plasmados en la constitución de 1845.
Pero el autoritarismo de los sucesivos gobiernos, la influencia de las camarillas alrededor de Isabel II, la clausura constante de las Cortes etc. llevaron a una nueva revolución, la de 1854. El pronunciamiento de Vicálvaro, dirigido por O’Donnell puso fin a diez años de gobierno moderado, dando paso al Bienio Progresista que llamó, de nuevo, a Espartero para ocupar la presidencia.
Las discrepancias en la coalición gubernamental, las huelgas obreras, los enfrentamientos con el campesinado y el aumento de la conflictividad social  agudizaron los problemas, por ello Espartero dimitió y la reina confió el gobierno a O’Donnell que utilizó al ejército para reprimir con dureza las protestas.
Entre 1856 y 1868 se alternaron en el poder unionistas y moderados. En 1863 bajo el gobierno del general Narváez se produjo el levantamiento de los sargentos del cuartel de San Gil, que contó con la adhesión de progresistas y demócratas. Amplios sectores de la población defendían la necesidad de un cambio radical utilizando el pronunciamiento militar como método para conseguirlo.
En 1867, demócratas y progresistas firman el Pacto de Ostende cuyos objetivos son acabar con los moderados en el poder, poner fin a la monarquía isabelina y el sufragio universal masculino, a ellos e unirán más tarde los unionistas formados en su mayoría por oficiales del ejército.
Topete protagonizó un alzamiento militar que desembocó en La Revolución de  1868, y que supuso el final de la monarquía de Isabel II. El general Serrano fue nombrado Regente mientras se elegía un nuevo monarca y Prim ocupó el cargo de presidente de gobierno.
Pero el Sexenio democrático se encontró con numerosos problemas como la guerra de Cuba, la segunda guerra carlista y la los enfrentamientos cantonalistas. Todo ello unido a importantes revueltas populares, ya que la situación del campesinado y de los obreros no mejoraba. De nuevo el ejército actuó como fuerza represora para mantener el orden.
Tras la dimisión de Amadeo de Saboya se proclamó la Primera República que apenas duró un año debido a las divisiones internas. De nuevo los militares, dirigidos por Pavía, disolvieron las cortes republicanas en 1874. Once meses después Martínez Campos protagonizó un nuevo pronunciamiento militar que reponía a los borbones en el trono en la figura de Alfonso XII.
Como hemos comprobado la presencia de los militares en la vida política española fue una constante. Tanto los militares progresistas como los moderados recurrieron a los pronunciamientos para provocar la caída de los gobiernos. Además la tendencia de Isabel II de otorgar el gobierno a los moderados provocó que los progresistas recurrieran a los alzamientos para conseguir el poder.
El sistema parlamentario español, funcionaba inversamente ya que se formaba gobierno por nombramiento real o por  una conspiración militar y no como resultado de unas elecciones. El nuevo gobierno convocaba elecciones y conseguía amplias mayorías, puesto que el fraude electoral era un práctica habitual.
Durante el período isabelino hubo 22 elecciones generales y en la mayoría de casos triunfo el gobierno que las convocaba.
En 1898, la pérdida de las últimas colonias puso en evidencia la organización del ejército español, ya que, consciente de su inferioridad militar frente a EEUU, aceptó el enfrentamiento armado, que supuso la muerte de numerosos soldados reclutados bajo el sistema de quintas, que permitía a las clases acomodadas pagar un rescate para evitar ir a la guerra, cosa que las clases populares no podían permitirse. Este sistema provocó un fuerte sentimiento antimilitarista.




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